lunes, 5 de marzo de 2007

Ser Gerente o alto ejecutivo

Si es gerente o alto ejecutivo de alguna importante empresa, mi primer consejo o reflexión es, no se crea el cuento.

No importa si su oficina es más grande, con hermosos cuadros, sala de reuniones y muchas comodidades adicionales, incluyendo una eficiente secretaria que, casi siempre, dice que usted está en reuniones o que su agenda está copada.

Tampoco tiene ninguna relevancia que cuelgue toda clase de certificaciones, incluyendo MBA, diplomados, e incluso uno que otro doctorado en algo, que da fe de estudios realizados y logros académicos.

Su nombre puede figurar en la puerta de su oficina incluyendo el rango que detenta. En la exageración puede poner “su gracia” en el escritorio, informando, a quien se ponga al frente el calibre de ejecutivo que detenta.

Eso es farándula. No es que no tengan valor los conocimientos adquiridos. Sirven para tener una visión más amplia, confrontar la teoría con la práctica, aprender nuevas formas de manejar el negocio pero, en definitiva, lo que agregará valor es cuanto es capaz, en la práctica, de ser exitoso y provocar una gestión de calidad, bien planificada, centrada en las personas, que constituyan fuertes y motivados equipos de trabajo.

Olvídese que es un buen Gerente solo por lo que sabe o aprendió. Lo importante es que debe ser un líder que identifique, claramente, todos los procesos que intervienen en su gestión. Una persona que sepa empoderar a sus jefaturas y cada uno de sus colaboradores.

Con lo mejores títulos académicos se puede fracasar. Hay personas que sin tantos conocimientos, intelectuales y técnicos, han sido tremendamente exitosos.

Demetrio Tello, así se llamaba un famoso empresario minero de la IV Región, en la provincia de Limarí. ¿Ingeniero de Minas? ¿Técnico? ¿Magíster en algo?

Don Demetrio le ganó solo a la vida. Empezó como mariscador, con un mínimo de estudios, sin completar siquiera la enseñanza media y se volvió millonario.

Se encontró una mina de oro, a la orilla del mar, cercana a los roqueríos desde donde extraía, hace muchos años, locos y erizos, o capturaba pejesapos.

La práctica y el tesón le enseñaron a conocer el negocio. Trabajó casi solo al principio, laborando en piques, galerías y socavones. Hizo de, apir, marino, perforo o explosivero. Sabía más que ingenieros y geólogos. Era puro instinto minero. El decía donde perforar siguiendo la veta, sin perderla nunca de vista.

Hombre sencillo y modesto, creó una gran empresa que dirigió hasta su muerte, causada por la enfermedad del minero, la silicosis. Nunca en su sencillo escritorio puso su nombre o lució algún pergamino. Aunque no hacía ostentación de su riqueza era un hombre de extraordinaria generosidad.

Famoso es el regalo que hizo en una navidad a sus ocho hijos, un Mercedes Benz último modelo para cada uno.

El ideal para formarse como Gerente – Líder, es adquirir conocimientos y competencias que no siempre entregan los estudios formales. Es como tomar una gigantesca licuadora intelectual y colocar varios ingredientes importantes como:

Capacidad negociadora.
Valor para arriesgarse.
Iniciativa.
Persistencia.
Automotivación.
Adquisición constante de nuevos conocimientos.
Constancia en el propósito.
Creatividad.
Energía.
Buena comunicación.
Empatía.
Tolerancia al fracaso.
Optimismo permanente.
No saberlo todo.
Curiosidad permanente.
Talento para formar buenos equipos.
Claridad para definir las tareas.
Confianza en las personas.
Respeto a todos.
Entusiasmo incansable.
Búsqueda constante de la verdad.
Valorar y reconocer las buenas ideas.
Estimular constantemente lo innovador.
Liderazgo compartido.
Habilidades sociales.
Razonamiento analítico.
Reconocimiento de los méritos de los subalternos.
Instinto estratégico.
Ni muy crítico, ni muy confiado.

La lista puede ser interminable. Muchos elementos de esta receta, bien se sabe, no se enseñan en ninguna Universidad. No son materias incluidas en los currículos de ninguna carrera, se aprenden con la práctica y lo errores.

Si mezclamos, equilibradamente, todos los ingredientes es posible tener un Ejecutivo o alto Gerente de gran rendimiento

El libro que más me ha marcado, en estas materias, no sido ninguno dedicado a como ser eficiente y exitoso en los negocios, son repetitivos y las recetas, en algunos casos, son más bien utópicas, se llama “La inteligencia emocional”, de Daniel Goleman.

Leyendo su argumentación queda claro cuanto viene con uno, genéticamente, y cuanto de eso genético es posible desarrollarlo y potenciarlo, en el marco de la formalidad académica a la cual todos tenemos la posibilidad de acceder.

Como dice Goleman se debe tener “una profunda comprensión de las emociones, fortalezas, debilidades, necesidades y motivaciones propias”

Un buen líder y un mejor Gerente, no se la saben todas y por lo que deben ser capaces de formar equipos coordinados, inspirados en el logro de objetivos comunes.

Se debe ser constructor de visiones. Mostrar con claridad el futuro y mover a la acción en la búsqueda de conquistar las metas propuestas.

Saque sus carteles y diplomas y luzca sus logros. Reconozca los aportes que hacen sus colaboradores. Evite vestirse con oropeles que no le pertenecen.

Ningún buen Gerente es el único dueño de las mejores ideas, siempre hay alguien más, no permita que quede en el anonimato. Promueva a sus mejores figuras. Trate que se le identifique no solo por sus logros, también porque hace escuela formando más y mejores líderes.

Que su historia ojalá se escriba en base a ser sincero en sus limitaciones, modesto frente a sus victorias y altivo ante la derrota.

Constructor permanente de nuevos caminos no eluda las tareas, ni busque justificar los fracasos o culpar a otros por ellos, al contrario, revise constantemente sus acciones asumiendo aquello que se debe mejorar. Proceda, siempre, con decisión y confianza.

Hablar menos y hacer más es una buena práctica.